A mí misma
Yo, que no sé quién soy
me hablo a mí misma
tanteando las palabras para ver si en alguna de ellas
se delata al impostor.
Si hay suerte no seré yo.
¿Quién yo?
¿Yo la que escribe, la que lee?
¿Yo la que acepta?
¿Yo la que duda?
Yo la que se asusta.
Yo la que está asustada y no actúa y tiembla.
Esa yo que compartimos.
Yo la que todos hemos tenido alguna vez,
la que quiere sólo que la quieran, que la abracen y la soben,
recibir y fluir con la marea,
que todo vaya a su corriente,
que la mimen, la canten y la besen.
Que se enamoren de ella,
que todos la quieran como la quisieron quizá
y ahora es pasado.
Sin palabra,
que la palabra lo destruye todo,
amarga la rosa,
se expulsa de sí.
Que lo adivinen,
que se acerquen,
que le den lo que ella misma se negó.
Pero lo pedirá a murmullo,
y se encogerá aunque no haga frío
se curvará su espalda
y volverá a querer ser pequeña
entre esos huesos kilométricos que no se doblan ni se encogen.
Apretará la mandíbula mientras quiere liberarse,
me empujará para saltar y no me dejará moverme,
se me echará encima y me pedirá la luna,
y me babeará la camisa y me lloriqueará en el hombro,
y me tirará de la manga cada vez que trate de huir.
Esa yo que soy yo y no soy,
a la que abrazo algunas noches
y escupo el resto,
a la que alimento,
recojo,
consuelo
y mato.
Esa yo que volverá a mi lado,
me dará la mano
como si nada hubiese pasado,
a la que tiraré de la manga
a la que gritaré y babosearé,
a la que me subiré para murmurarle al oído
que quiero saltar,
liberarme,
moverme
y ataré mientras sus pies.
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