Él sabe hacer operaciones a corazón abierto, y ella espera temblando en la camilla, rogando que la morfina de sus labios llegue antes que el miedo.
Busca sus dedos entre las mantas, busca sus heridas y las guarda delicadamente en la caja fuerte que tiene a la izquierda de su pecho.
Son diferentes y el tiempo ya no dice nada. No rechista cuando le obligan a pararse en el portal.
Hoy no entras.
Fuera.
Vete.
Dales arrugas pero no kilómetros.
El largo lazo que les une acaba en punta por ambos extremos y todos estamos cansados de verles sangrar. Es inútil, no van a soltarse.
Solo ellos han cruzado la frontera de los años, han saltado a la zona de peligro, del todo o nada desde la preciosa comodidad.
Silencio.
Hoy llueve y están a salvo.
Hombro,
cabeza,
caricia,
sueño.
Se cierra el telón.
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